martes, 12 de agosto de 2008

EL CONDE-DUQUE DE OLIVARES Y EL REFORMISMO DEL SIGLO XVIII



Diego Velázquez: "El conde-duque de Olivares".


Olivares intentó reformar la estructura de la monarquía para reforzar la autoridad real, gravando con impuestos a las regiones y dominando a la aristocracia, después de comprobar que el sistema de los Austrias no se adecuaba a los tiempos. La extensión territorial del Imperio español en el siglo XVII hicieron insostenibles los costes para manterner la defensa e integridad de dichos territorios. Por todo ello, el conde-duque se esforzó por fortalecer a la corona, superar al enemigo en el interior, las élites regionales y los nobles castellanos, y por integrar al conjunto de España en una monarquía centralizada. Estas reformas, desde luego radicales para la época, se emprendieron en un mal momento, cuando el rey era débil, la sociedad se mostraba reacia a los cambios y la aristocracia decidida a incrementar su poder.

Si uno se fija en la fecha de 1643, el fracaso de Olivares parace absoluto, sin embargo, sus proyectos no fueron del todo olvidados.

Con la caída de Olivares sus planes de reformas fueron derrotados pero no destruidos, es más, incluso resurgen en las décadas siguientes. A pesar de lo apuntado, no es hasta la llegada de los Borbones en 1700 cuando los ministros se atreven a realizar reformas tan radicales como las del conde-duque. En el siglo XVIII se observan muchas de las mismas preocupaciones que agobiaron a Olivares, y, lo que es más significativo, soluciones parecidas a las suyas: montes de piedad y el impuesto único, proyectos de repoblación, educación de nobles, honrar el trabajo y suavizar los estatutos de limpieza de sangrw(en este sento véase Gonzalo Anes, El Antiguo Régimen: los Borbones, especailmente pp.131 y ss.). A esto hay que añadir el interrogante de si no eran los Decretos de Nueva Planta la realización bajo condiciones más favorables del gran proyecto de Olivares para hacer del rey un auténtico rey de España. Así, aunque estas refomas estaban recubiertas de la retórica internacional propia de la Ilustración, gran parte de su contenido era producción original autóctona (tesis defendida entre otros por J. H. Elliott en El conde-duque de Olivares, pp.745-746).

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